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domingo, 19 de febrero de 2012

Noveno Relato






                                     
                                                          Cuando la inercia traiciona.



Podría pensarse que una persona estaría cuanto menos curiosa, incómoda, desorientada y quien sabe cuantos adjetivos más se anexarían a la lista, si le tocara trasladarse a una época doscientos años en el futuro. Pero este hombre enjuto, de baja estatura, calvo, de nariz ganchuda y, huidiza e inquieta, mirada de ratón no se encontraba en ninguna de esas situaciones. Ni siquiera se alteraba ante los adelantos tecnológicos que desfilaban incesantes ante su vista. No es que el inspector Madi fuera un tipo indolente pero el panorama que tenía ante él más bien lo deprimía.

 Había tenido la ocasión, en su época, de desenmascarar a un astuto timador de casinos que se desplazaba en distintos planos temporales robando pequeñas fortunas a estas casas de juegos y ahora, desde el futuro, lo convocaban a resolver un dilema que sus colegas, que en su época aún no habían nacido, no atinaban siquiera a enunciar una hipótesis.

 “Pepe” se había presentado en su casa sin previo aviso mientras Madi cenaba y casi se liga una bala en la frente. Casi le suplicó que lo acompañara y el inspector, aún con la pistola en la mano, le planteó una larga serie de requisitos por escrito a los que Pepe tuvo que acceder inmediatamente. De esta manera, Madi se aseguraba el retorno, dado que no confiaba para nada en esta gente. Ahora, doscientos años en el futuro, viajaba en un auto movido a energía nuclear a cuatrocientos kilómetros por hora por una autopista subterránea confortablemente acomodado en el asiento de atrás, climatizado y escuchando música de su preferencia. Lo acompañaba el agente Trend dado que Pepe había quedado en caución en el pasado como garantía de retorno de Madi.
-          ¿Poseen muchas cosas que funcionan con energía atómica?. – Quiso saber Madi. Trend era un tipo callado. Desde que se había encontrado con Madi apenas si había pronunciado palabra. No era muy alto, de cabeza rapada y verdes ojos helados.
-          Casi todo lo que se mueve. – Contestó el agente. Se notaba que la presencia del inspector no le agradaba en absoluto.
-          Vaya. Mejor no pensar en accidentes de tránsito. – Trend le dedicó una inexpresiva mirada lateral y luego, desviando la mirada hacia la ventanilla, se sumergió nuevamente en su hermético silencio.
Inútil había sido también preguntar hacia donde iban, Trend le había dicho que no podía suministrarle dicha información, de modo que cegó las ventanillas con una pequeña botonera que obraba en su poder y comenzó un aburrido viaje de cuatro horas, mas o menos.
De modo que este sería el futuro de la humanidad en doscientos años: Poco cerebro y mucha tecnología mal aplicada debido al poco cerebro. Evidentemente el mal gusto seguía haciendo de las suyas y, por lo visto, había para mil años.
Por fin el viaje terminó y al abrirse la puerta del coche Madi pudo observar que se encontraba en los inmensos jardines que precedían a una enorme y fastuosa mansión. Trend tomó a Madi por el brazo suavemente y rápidamente lo introdujo en la edificación. A medida que recorrían los corredores lujosamente adornados casi a la carrera, Trend le iba proporcionando alguna escueta información:
-          Se trata de un asesinato. La víctima es un prominente industrial a la vez que senador de la nación… -
-          ¿Donde estamos?. – Interrumpió Madi.
-          No puedo decirle… - Contestó Trend. Al llegar al final de un corredor (Madi calculó que habían recorrido al menos trescientos metros) el agente abrió una puerta y una nutrida concurrencia los enfocó con la mirada. El inspector puso un pie en el interior y calculó que al menos veinte personas se hallaban en la enorme estancia. Paradójicamente esta se hallaba modestamente amueblada a pesar de que, al menos, poseía veinte metros de ancho, por treinta de largo y diez de alto. Los hombres y mujeres que había en su interior iban y venían incesantemente de un lugar a otro, al parecer, sin sentido alguno.
      
  • -          Están desesperados… - Murmuró Trend y casi al instante se arrepintió del comentario. Madi comenzó a caminar por la enorme sala observando el sin sentido de la ubicación del mobiliario, enormes escritorios vacíos, sillas bellamente adornadas aquí y allá junto a muebles de baja elaboración y, finalmente, el muerto. Madi lo observó desde su metro sesenta y cinco con la más abúlica de sus miradas. Poseía un enorme tajo en la cabeza y seguramente tendría el cráneo letalmente fracturado pero lo que más le llamó la atención, lo que casi lo fascinó, fue una enorme e imponente figura metálica dorada, plateada y gris plomo, de más de dos metros de altura, que permanecía de espaldas a una muy próxima pared, absolutamente inmóvil y con un recorte de hierro ensangrentado en su mano derecha. Trend se acercó al inspector:
-          Los primeros en llegar tuvieron que derribar una puerta. Encontraron la habitación absolutamente cerrada por dentro y solo estos dos en su interior. –
-          ¿Qué es eso?. – Preguntó Madi refiriéndose a la extraña y amenazante figura.
Un robot. – Contestó Trend. – El guardaespaldas de la víctima que, por cierto, se llamaba Checken.
Madi se acercó lentamente al robot y se quedó mirando guardando una prudencial distancia.
-          No tema. – Dijo una voz a sus espaldas. – Aún si no estuviera bloqueado, no podría hacerle daño.
-          Mete miedo. – Murmuró Madi dándose la vuelta e inspeccionando al recién llegado.
-          Esa es su función. – Respondió el Doctor en física aplicada Rubén Ardi, un simpático hombrecillo gordo con aspecto de Santa Claus.
-          Es un robot guarda espaldas. – Prosiguió Ardi. – Pero la función de protección debe desarrollarla desde el principio básico de no dañar a ninguna persona, fundamento básico para su funcionamiento. –
-          Pero me imagino que en este caso piensan que ha asesinado. – Ardi agitó furiosamente sus manos.
-          ¡Imposible, imposible!. La mera aparición de esa idea en su cerebro lo bloquearía inmovilizándolo antes de que pudiera siquiera dar un paso. Su cerebro es un millón de veces más rápido que sus sistemas de movilidad. –
-          ¿Cómo es que está tan seguro?. – Madi miraba al hombrecillo con interés.
-          Los cerebros de los robots se fabrican por separado del resto del cuerpo. Hay una sola fábrica y allí se les implanta el estamento de seguridad: “No se debe ni puede dañar a un ser Humano”. Luego se chequea dicho estamento en otro lugar y por si fuera poco el implemento se corrobora satelitalmente. Si se largase a la calle un robot adulterado los sistemas de seguridad gubernamentales sabrían su locación en un instante y, automáticamente, un batallón de seguridad acudiría al lugar a destruirlo sin más. –
-          Vaya… - Comentó pensativo Madi. – Pero este robot está bloqueado, ¿no es posible…?. –
-          No, imposible. Sé lo que está pensando, reconozco a un hombre inteligente cuando lo veo. No pudo tomar el hierro y golpear a Checken, no hubiera podido siquiera llegar a cerrar su mano. Es más, si hubiera querido matarlo, ¿para qué el hierro?, su brazo debe pesar el triple. Un simple golpe con la mano y listo. –
-          ¿Y por qué está bloqueado?. – Ardi mostró signos confusos en su rostro.
-          Eso es lo que no se…No lo entiendo. Quizás cuando podamos ponerlo en funciones los videos impresos en su cerebro nos den la respuesta. –
-          Pero, si pueden acceder a lo que vio antes de bloquearse, ¿para que estoy yo aquí?. –
-          A pedido mío, no se si voy a poder reactivar al robot y, si así fuera, me va a tomar mucho tiempo. La prensa amenaza con un escándalo y la política necesita acortar desesperadamente los tiempos. Quizás usted, no se…en su época resolvió un imposible, ¿por qué no le puede ir bien aquí también?. Puede que hasta se llegue a prohibir la fabricación de robots si se llega a la conclusión de que este asesinó a Checken. Eso sería un cataclismo económico y social. –
-          ¿Por qué social?. – Preguntó Madi.
-          Cientos de millones de puestos de trabajo perdidos junto con una sociedad mundial que tendría que acostumbrarse a la ausencia de robots. Realizan desde hace cien años trabajos que el humano ya ni recuerda como hacer…¿me entiende?. –
-          Ligeramente. ¿Qué le hace pensar que yo no concluiré que fue el robot el asesino?. –
-          Usted no concluirá eso porque no es cierto. Es un hombre muy peculiar, combina lógica con imaginación, razona libremente y piensa sin estructuras. Todo esto, que parece antagónico, lo hace poseedor de una mente muy poco común. – Madi miraba al hombre encantado.
-          Gracias por los elogios, Doctor. Espero no decepcionarlo. –
Sin más Ardi le dio la espalda y se marchó. Saltaba a la vista el agobio que le infringía la presión a la que estaba sometido. Trend se le acercó por la espalda. Madi se dio la vuelta y lo enfrentó sonriente.
-          ¡Que hombrecillo más simpático!. –
-          ¿Le parece?. Su padre fue también el de la robótica. Es un hombre clave a nivel mundial. –
-          Vaya…- Susurró Madi.

Luego el inspector se dedicó a dar vueltas por la extensa sala.
El estado de las paredes dejaba bastante que desear, mostrando incluso los ladrillos al desnudo en ciertas partes. Calculó que la construcción tendría al menos trescientos años. Le intrigaba la presencia de algo tan viejo y derruido en medio de tanta pompa lujosa. Menos aún podía imaginarse que hacían Checken y su robot allí. Los techos eran de vigas de hierro y estaban en peor estado que las paredes. El mobiliario era viejo, quizás no tanto, pero tan destartalado como la mampostería. Madi no entendía la razón de porque su mente se enfocaba más fácilmente, fluía más cuesta abajo, en el análisis de la sala que en el escenario en torno al crimen, apenas si le había dedicado una fugaz mirada al cadáver. Decidió revertir esto y se dirigió hacia donde reposaba el caído. El mismo se encontraba boca arriba, con un tremendo abollón en la frente y su rostro enmascarado en sangre seca. Estaba con los brazos caídos a los costados y la pierna derecha levemente flexionada. No sabía porque pero lo que estaba observando no le llamaba la atención para nada. Levantó la mirada al techo y pudo ver lo derruida que estaba la viga de hierro que pasaba exactamente por encima de donde reposaba el hombre muerto, incluso en algunas secciones…
-          ¡Santo Dios!. – Exclamó Madi y salió a la carrera hacia el exterior. Muchos lo miraron curiosos.
Volvió una hora después con un aparato elevador, de esos que permiten a los hombres trabajar en la altura y un operario que la manejaba. Buscó con prisa a Trend y le preguntó.
-          ¿Puede recuperar el trozo de hierro que tiene el robot?. –
-          Supongo que si. Aún bloqueado debe obedecer ciertas órdenes. –
-          ¿Puede intentarlo?. – Trend se encaminó al robot. Una vez frente a él le dijo secamente.
-          ¡Robot!. ¡Abre tu mano derecha!. –
Al instante el trozo de hierro se precipitó al piso. Madi lo tomó presuroso, provistas sus manos de guantes de látex. Se subió al cubículo de la grúa y le indicó al operario que lo elevase. Lo fue guiando hasta que estuvo exactamente arriba del cuerpo de la víctima pero a ras del techo. Su mirada se enfocó en un hueco donde faltaba un trozo de la viga. El trozo que el tenía entre manos encajaba perfectamente, luego de darle un par de vueltas. Indicó al operario que lo bajara. Una vez en el suelo buscó a Ardi pero como no estaba en la sala lo fueron a buscar. El anciano apareció unos pocos minutos después. Madi lo encaró inmediatamente.
-          Dígame. – Le dijo. - ¿Qué pasaría si un robot matara por accidente a un ser Humano?. –
-          Pues… Se bloquearía. –
-          ¿Y como lo pone en funciones de nuevo?. –
-          En ese caso sería muy sencillo. Le enunciaría que es inocente, si reacciona es que es conciente de la situación y, si no, es que es culpable. Si es inocente solo necesita el perdón para estar operativo nuevamente. Claro, esto todo en teoría… –
-          Bueno. Hágalo. –
-          No crea que no lo había pensado pero si algo falla es el fin. –
-          Nada fallará, es inocente, hágalo. –
-          Bueno… - farfulló Ardi.
-          ¿No dijo que confiaba en mí?. No dude. –
Caminando lentamente Ardi se fue acercando al robot. Una vez a menos de treinta centímetros le dijo:
-          ¡Robot!. ¡Eres inocente!. ¡Estás perdonado!. -
Inmediatamente una tenue luz azulina brotó de las antes oscuras grietas que oficiaban de ojos y una voz absolutamente humana brotó de su cabeza sin boca:
-          Gracias, señor, a sus órdenes. –
-          Ahora puede saber por boca de uno de los testigos presenciales que sucedió. – Le dijo Madi a Ardi.
-          ¡Oh, no, no, no!. Va a ser usted el que me lo diga. – Le contestó Ardi. - ¿Cómo lo supo?. – Madi hizo una pausa con una pícara sonrisa en su boca. Luego comenzó.
-          No se que oscuras razones lo llevó a Checken a acudir a esta sala en companía del robot ni cuales serán las más oscuras razones de la existencia de este lugar pero lo cierto es que el hombre estaba muy tenso y muy nervioso. La verdad es que el robot, en lugar de quitarle la vida, en realidad, lo que intentó fue salvársela. El pedazo de hierro que tenía el robot en la mano corresponde exactamente con un faltante de la viga del área del techo que estaba justo encima de la víctima. En realidad es cierto que Checken murió a causa de un golpe de ese pedazo de hierro pero caben analizar tres hipótesis:
1)     El hierro cayó y golpeó la cabeza del hombre. Justo estaba mirando hacia arriba y le dio en la frente.
Falso: El golpe es mucho más furioso que el que le hubiera ocasionado desde una caída libre desde lo más alto del techo. Esa masa no tiene más de seis o siete Kilos.
2)     El robot tomó el trozo de viga y se lo asestó en la cabeza, de frente y ante la absoluta inmovilidad de Checken.
Falso: El robot es un ser lógico, ¿para qué molestarse en agacharse a tomar un trozo de hierro si puede matarlo con su propia mano sin hacer movimientos que delaten sus intenciones?
De todo lo dicho solo es cierto una cosa: El hierro cayó del techo, se desprendió de la viga por su propia decadencia, la gravedad actuó e iba a impactar en la cabeza del muerto sin duda. Claro, si Checken hubiera estado mirando al techo mientras el trozo caía seguramente se hubiera corrido a un lado y lo hubiera evitado, era un hombre joven y en buen estado, lo que también descarta la posibilidad del golpe por mera caída libre  y no justifica que la herida haya sido en la frente.
-          ¿Entonces?... – Murmuró Ardi.
-          Para dilucidar esto vamos a hacer una experiencia. –
Madi se dirigió a Trend e intercambió unas palabras. Este asintió y salió presuroso de la habitación, al cabo de un rato volvió con un casco y un trozo de algo negro, liviano y del tamaño aproximado del trozo de viga. Madi estableció a Trend agachado, con el casco puesto y a sus espaldas al robot. Luego se subió al elevador con el objeto que trajo Trend y se hizo situar exactamente encima de la pareja. Una vez allí soltó el objeto exactamente sobre la cabeza de Trend. Madi esperó un par de fracciones de segundos y le soltó un “¡Ahora!” a Trend que bruscamente se puso de pie y, girando sobre sus talones, quedó de frente al robot. Este último había tomado el objeto que caía sobre la cabeza del hombre pero su poderoso brazo aún en viaje no pudo evitar chocar contra la super protegida frente de Trend. Este último voló por el aire al igual que el casco hecho pedazos pero entre tres o cuatro de sus colegas lo abarajaron evitando que sufra daño alguno. En sí, salvo la enorme conmoción, había resultado ileso de la experiencia. Madi descendía del elevador cuando Ardi lo abordaba lleno de admiración.
-          ¿Cómo pudo…?. –
-          Fue muy fácil, resultado de la observación directa, nada más. Lo que si me resulta mucho más difícil de entender es que hacía este hombre y su robot en este lugar y la razón del mismo. – Trend se acercaba rápidamente.
-          Inspector, debemos irnos. – Le dijo a Madi.
-          Piénselo. – Le decía Madi a Ardi mientras era empujado suavemente hacia el exterior. - Aquí hay algo más oscuro que un simple asesinato. –
Ardi quedó rápidamente solo en la enorme estancia. El y todas las dudas planteadas por Madi.

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